Capacidad para comprender el significado de salud digital y adquirir una mentalidad que permita afrontar cualquier reto profesional.
Se relaciona con las competencias: gestión de la información, identidad digital, red, aprendizaje permanente, creación de contenidos y comunicación eficaz.
Tal y como planteamos en el capítulo dedicado a la salud digital en la sociedad del conocimiento, las cosas están cambiando a un ritmo vertiginoso y en muchas ocasiones los profesionales tenemos la sensación de que llegamos tarde a todo, lo que nos lleva a plantearnos si estos cambios no estarán diseñados para otras generaciones a las que les hemos otorgado el don divino de saber usar la tecnología por el simple hecho de haber nacido con ella. Pero esta no es más que una de las tantas excusas que ponemos para evitar nuestra responsabilidad a la hora de asumir y gestionar el cambio. ¿Acaso no hemos nacido todos nosotros en un contexto en el que ya existían ciertas tecnologías? Por la misma regla de tres podríamos pensar que todos los que nacimos a lo largo del siglo pasado deberíamos haberlo hecho con un carnet de conducir debajo del brazo.
Por supuesto que las brechas digitales existen y nos dividen entre aquellas personas que tienen acceso a una determinada tecnología y las que no, o las que son competentes en su uso y las que aún no lo son. Pero las brechas están para salvarlas y conseguir que aquellos que aún no se benefician del potencial de una herramienta como es Internet puedan cruzar al otro lado y adquirir las competencias necesarias para poder hacerlo. Este libro pretende ser un ejemplo de cómo deberíamos prepararnos para asumir el salto hacia lo digital con garantías de éxito.
Lo digital es un hecho indiscutible y a la vez irreversible. Solo es cuestión de tiempo que nos alcance a todos sea cual sea el ámbito profesional en el que nos movamos. Si entre tanto somos capaces de formarnos y adquirir los conocimientos necesarios, estaremos listos para asumirlo en el momento que llegue.
No es una casualidad que hayamos seleccionado la visión innovadora como primera competencia a desarrollar, de hecho es la más importante a la hora de plantear cualquier cambio. Si tenemos la capacidad de construir una visión sobre nuestra evolución y cómo nos está transformando lo digital, y conseguimos llevarla a nuestro ámbito profesional, sabremos hacia dónde orientar nuestra brújula y podremos diseñar el camino por el que se debería desarrollar nuestro trabajo.
“Si no sabemos hacia donde vamos llegaremos perfectamente a ninguna parte.”
Tal y como anticipamos al principio de este libro, la tecnología que creamos para ayudarnos nos está transformando y lo hace a una velocidad cada vez mayor. Lo que también nos enseña la historia es que el ritmo de aparición de nuevas innovaciones por unidad de tiempo se está acelerando, de forma que si antes se producía un crecimiento constante de tipo lineal (a más tiempo mayor número de tecnología en una relación 1/1), ahora lo está haciendo de forma exponencial (por cada unidad de tiempo se produce un número muy elevado de innovaciones). Este hecho se produce por varios motivos, siendo el primero de ellos el aumento de nuestra capacidad tecnológica (cada dos años se dobla la potencia de procesamiento) y el abaratamiento del coste en relación a su capacidad. Además porque la propia tecnología abre la puerta a nuevos desarrollos y actúa como catalizador de las siguientes. Y por último, porque cada vez estamos mejor comunicados, de forma que tenemos la capacidad de trabajar con otras personas con las que, aunque estén muy alejadas físicamente, podemos conectar y compartir conocimiento, lo que hace que la ciencia avance mucho más rápido.
Todo lo anterior se resume en que vivimos en un momento de cambio acelerado, lo que nos lleva a pensar que la habilidad más importante que tenemos que desarrollar es la de adaptación al medio. Ya lo dijo Darwin allá por el año 1859: ‘No sobrevive el más fuerte y ni siquiera el más inteligente, sino aquel que es más adaptable al cambio’.
Esta adaptación no solo implica la adquisición de nuevos aprendizajes sobre el uso de determinadas herramientas sino también la capacidad de aprender a desaprender a la misma velocidad, o lo que es lo mismo, tener una actitud de mentalidad abierta y de predisposición al cambio. Si conseguimos adquirir una visión innovadora no importará el escenario o cambio tecnológico que se nos ponga por delante, porque estaremos preparados para afrontarlo.
Disponer de una visión innovadora implica entender que la sociedad se está adaptando a lo digital y que ya no se percibe una línea divisoria entre los mundos real y virtual, o entre presencial y digital. A aunque seguimos hablando de dos realidades diferentes, se trata de algo cultural que desaparecerá con el tiempo, conforme la tecnología se vaya integrando y las nuevas generaciones que ya no perciben esa brecha se vayan incorporando al mercado laboral.
Lejos quedan los inicios de Internet en su primera fase alrededor del año 1994, en la que las páginas web estaban orientadas a ofrecer contenidos y los canales de comunicación como el IRC, chat y correo electrónico estaban disociados. En tan solo diez años fuimos capaces de conjugar la información, la comunicación y participación, fruto de lo cual nació la llamada web social o 2.0. De esta forma, el estallido de la burbuja de las ‘.com’ dio paso al nacimiento de la web social y desde entonces los seres humanos hemos concentrado nuestra actividad digital alrededor de la participación en redes sociales.
Internet y lo digital siguen evolucionando y aparecen nuevos términos tales como la web semántica o el internet de las cosas, que nos señalan el camino hacia donde apunta la evolución de Internet: la personalización de los contenidos y la integración en Internet de millones de dispositivos con capacidad de enviar datos de forma autónoma, que nos ayudarán a automatizar muchas tareas y a que también nuestros datos de salud sean recogidos, agregados a los de millones de usuarios y analizados a través del llamado bigdata y la inteligencia artificial, con el objetivo de conocer datos de salud poblacionales, los cuales nos ayudarán también a personalizar nuestros cuidados y tratamientos de salud.
Pero si hablamos de evolución digital no podemos olvidarnos de que la tendencia tecnológica que más está impactando en este momento no se debe a un cambio en el tipo de web (que continúa siendo social), sino en una tecnología que hoy todos llevamos con nosotros y que está permanentemente conectada a la red: el Smartphone. El teléfono móvil conectado a Internet ha supuesto un cambio en la manera en que accedemos a la información y nos comunicamos, de forma que ya es la tecnología que más utilizamos para acceder de forma ubicua, justo en el momento en el que surge cualquier tipo de necesidad.
Esto implica de nuevo una transformación social, porque se ha producido un acortamiento en la distancia que existe entre la necesidad de información o comunicación y su respuesta, de forma que están cambiando nuestras expectativas sobre los tiempos que consideramos adecuados para obtener información, tener en casa la compra que acabamos de realizar en Internet y, dentro de poco, el tiempo que tarda un profesional en respondernos una consulta de salud.
El impacto que tiene el Smartphone en la sociedad y en la forma en que nos conectamos a la red continúa creciendo a un ritmo anual del 11% (frente al 3% que crece Internet), y en España hablamos de cifras de penetración que rondan el 88%. No en vano ya pasamos una media diaria de 2 horas delante de esta pantalla (un dato que probablemente seguirá creciendo durante los próximos años). Si hablamos de que más de la mitad de los ciudadanos ya realizan búsquedas de información en Internet sobre cuestiones relacionadas con la salud y que lo hacen cada vez más a través de dispositivos móviles, resulta fácil pensar que el teléfono móvil se va a convertir en el nuevo mando a distancia de nuestra de salud.
De esta forma muy pronto utilizaremos nuestros teléfonos para cualquier cosa que hagamos en este ámbito, desde pedir cita o acceder a nuestros datos de salud hasta contactar con profesionales y organizaciones, o cualquier otro servicio que podamos imaginar. Teniendo en mente que esta tecnología continúa creciendo y que va a seguir acaparando cada vez más la atención de los ciudadanos, deberíamos pensar ella siempre que planteemos cualquier iniciativa de salud relacionada con la difusión de información o servicios como una alternativa real a los actuales medios de comunicación.
Implicaciones de la visión innovadora para las organizaciones sanitarias
Para una organización sanitaria disponer de una visión innovadora y contar con profesionales que también la tengan puede suponer la diferencia entre establecer una cultura de innovación y no hacerlo. Cuando hablemos de organizaciones no deberíamos hacerlo en términos abstractos sino en personas y equipos capaces de asumir estos valores de horizontalidad, participación y colaboración, y que trabajan de forma conjunta en busca de mejorar los resultados de salud de la población. Algo que en la práctica no resulta sencillo ya que hablamos de sistemas tradicionalmente muy jerarquizados en los que introducir este tipo de cambios puede resultar complejo.
Hablar de digitalización de una organización sanitaria va mucho más allá de la adopción tecnológica e implica un cambio cultural capaz de transformar a la propia organización. Tampoco supone un objetivo en sí mismo sino que es un proceso continuo de transformación y rediseño a todos los niveles que debe contar con cada una de las personas que integran la organización.
Desde la parte estratégica la visión global implica conocer a fondo cuáles son las tendencias del espectro digital y cómo pueden influir de forma positiva o negativa en el valor que aporta la organización. El líder que desarrolla una visión innovadora se convierte en el principal impulsor del cambio digital en la organización y es capaz de fomentar la actualización de los profesionales y el desarrollo de este tipo de competencias que consiguen cambiar la cultura. Hablamos por tanto de liderazgo y gestión del talento, de tener la capacidad de detectar ese porcentaje de intraemprendedores que contiene cada organización e incorporar, coordinar y potenciar toda la innovación que surge desde la base. Todo ello permitirá entender el momento en el que se encuentra la organización y ajustar el rumbo para afrontar los nuevos retos a los que se enfrenta el sistema de salud.
Por último no debemos olvidar que el papel de los ciudadanos y pacientes dentro del sistema de salud también se está transformando. Como ciudadanos cada vez somos menos pasivos y vivimos la salud de una forma más participativa, aceptando mejor los modelos de relación de tipo horizontal, de igual a igual, que los clásicos modelos verticales de tipo paternalista. Además de empoderados estamos tecnológicamente más capacitados y participamos de la cultura digital, por lo que esperamos de las organizaciones sanitarias el mismo nivel de participación que obtenemos en otros ámbitos. El papel de las organizaciones también tiene que ser el de adaptación hacia un modelo realmente orientado hacia el ciudadano o paciente, redefiniendo sus procesos de comunicación para saber qué necesidades tiene y cómo podría mejorar su experiencia en el sistema de salud.
A nivel digital la empatía es necesaria pero no suficiente, por lo que resulta cada vez más necesario contar con la participación de los ciudadanos en el sistema de salud.
Descarga el libro en formato PDF:
7 competencias hacia una salud digital
ÍNDICE DE CONTENIDOS
La salud digital en la sociedad del conocimiento
Presentación de las 7 competencias clave hacia una salud digital
Competencia nº1 Visión innovadora
Competencia nº2 Gestión de la información
Competencia nº3 Identidad digital
Competencia nº5 Aprendizaje permanente
Competencia nº6 Publicación de contenidos
Competencia nº7 Comunicación digital
Conclusiones y llamada a la acción
Sobre el autor y Salud Conectada