Uno de los mantras que más se ha repetido a lo largo de estos últimos años es el de que vivimos en un momento de cambio propiciado por la aparición de una serie de tecnologías que, con Internet a la cabeza, están transformándolo todo. Una afirmación que sin duda está demostrando ser cierta y que además de cumplirse nos sitúa al principio de un periodo de tiempo en el que el cambio va a ser la principal constante.
Pongamos primero la tecnología en contexto. Históricamente los seres humanos nos hemos rodeado de todo tipo de tecnologías para hacernos la vida más fácil y mejorar como especie. Y de manera cíclica ha sucedido algo muy curioso y es el hecho de que primero damos forma a la tecnología para adaptarla a nuestras necesidades y después ella nos devuelve el favor con una transformación social. Lo hizo la agricultura y ganadería asentando al cazador nómada, después la imprenta acelerando la difusión del conocimiento y más tarde la radio y la televisión cambiando nuestra cultura.
¿Cómo no lo iba a hacer también Internet si además ha sido la tecnología que más rápidamente ha sido adoptada a nivel mundial por el ser humano? Vaya que lo ha hecho… Internet ha cambiado radicalmente la forma en que nos comunicamos, relacionamos, accedemos al conocimiento, etc. Todos y cada uno de los sectores que han sido tocados por la varita digital se han transformado profundamente. Y otra vez la tecnología nos ha devuelto el favor en forma de una transformación social de tipo participativa en la que la mayoría ya estamos conectados, de forma que nos relacionamos con el mundo de una manera mucho más ágil y cercana a través de todo tipo de dispositivos móviles. El cambio que ha supuesto Internet en nuestras vidas es relativamente sencillo de percibir, basta con mirar a nuestro alrededor y comprobar que en cualquier situación cotidiana siempre hay una persona que está consultando su teléfono móvil.
¿Pero esta revolución digital nos hace mejores o peores?
Quizás es todavía pronto para saber el impacto real que va a tener en nosotros, pero antes de sacar conclusiones deberíamos pensar que los seres humanos somos tradicionalmente reacios a los cambios. Ya en su momento dijeron a nuestros abuelos que escuchar la radio les acabaría fundiendo el cerebro, o a nuestros padres que aquel invento llamado televisión podría convertirles en zombis. Nuevamente volvemos a hacerlo cuando valoramos negativamente el hecho de que dos personas se encuentren en una misma habitación consultando su teléfono móvil y no se miren a los ojos, mientras que puede que la razón sea que están relacionándose con otras personas con las que tienen una mayor afinidad. El tiempo nos dirá si lo digital es mejor o peor aunque mucho me temo que lo único que sabremos es que simplemente es diferente.
Una vez más, la tecnología que vino a ayudarnos a mejorar nuestra vida nos ha transformado (y lo seguirá haciendo una y otra vez), lo que se traduce en que no estamos ante un reto tecnológico sino de adaptación social, de igual forma que cuando hablemos de cambio digital en el seno de una organización no lo haremos en términos tecnológicos sino de cambio cultural a partir de la transformación en los procesos y relaciones de las personas que la conforman.
Quedémonos entonces con la idea de que la tecnología no solo nos ayuda sino que además nos transforma, y que lo digital no equivale a tecnologías sino a personas capaces de acceder en cuestión de milisegundos a océanos de información y se relacionan con otras personas de una manera distinta gracias al uso de nuevas herramientas. Ahora mantengamos esta visión y trasladémosla al ámbito de la salud, y obtendremos como resultado la salud digital. ¿Sencillo verdad? Pues no debe de serlo tanto si cuando hablamos de este concepto muchos empezamos a pensar en términos de historia clínica, receta electrónica, telemedicina, ‘bigdata’ o dispositivos wearables, por citar un puñado de términos relacionados.
Lo cierto es que llevamos tanto tiempo pensando en términos tecnológicos que nos cuesta trabajo hacerlo sobre personas. Por esa razón me gusta llamar a las herramientas digitales ‘tecnologías de acercamiento’, ya que es un término que incluye la acción o efecto que producen en las personas. Gracias a estas tecnologías tenemos la capacidad de acceder a información y adquirir nuevos conocimientos, lo que se traduce en que podemos tomar mejores decisiones sobre nuestra salud. Aproximan a ciudadanos, profesionales y organizaciones sanitarias, de forma que como profesionales sanitarios tenemos una mayor capacidad de llegar más allá de los muros de nuestras consultas; y finalmente, acercan a aquellas personas que comparten una misma enfermedad, favoreciendo el apoyo mutuo y el aprendizaje entre iguales.
“La salud digital no va de tecnologías sino de personas que se valen de distintas herramientas para mejorar su salud”.
Salud digital son conversaciones
En el año 1999 se publicó el Manifiesto Cluetrain, un compendio de 95 tesis en el que sus autores reflejaron cómo pensaban que sería la transformación de los mercados tras la irrupción de lo digital. La afirmación que abría el manifiesto era toda una declaración de intenciones porque ya por entonces postulaba ‘los mercados son conversaciones’, un enunciado que ahora nos podría sonar a algo totalmente lógico y acorde con los tiempos en los que vivimos. Pero hay que pensar que en aquellos tiempos la llamada web social estaba en su fase embrionaria y redes como Facebook o Twitter ni siquiera existían. Por otro lado, la blogosfera era un fenómeno incipiente y los canales de información y comunicación estaban separados. Se trataba por tanto de un manifiesto totalmente disruptivo para la época, que tenía una visión muy clara de cómo la conversación acabaría irrumpiendo en la red e impregnándolo todo.
Casi 20 años después de su publicación podemos comprobar que ya vivimos en las redes sociales y que prácticamente todos los sectores han sido transformados por lo digital. Y aunque el ritmo de digitalización del ámbito de la salud no ha sido equivalente al de otros sectores, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la salud también son conversaciones.
Pero volvamos a poner el foco de nuevo en las personas y veremos que, en este momento, el uso de Internet en relación con la salud no se limita a las búsquedas de información, sino que participamos cada vez más de la conversación digital: muchas personas ya están buscando respuestas a sus problemas de salud en lugares como Google o foros de discusión; padres que interactúan en redes como Facebook para solucionar dudas y mejorar el cuidado de sus hijos; personas con enfermedades crónicas que utilizan aplicaciones móviles o redes de pacientes en busca del apoyo y consejo de otras personas que se encuentran en su misma situación, etc., Siendo estos solo algunos ejemplos de los usos actuales que hacemos de Internet en relación con la salud.
Y en estas conversaciones también participan las organizaciones sanitarias, las cuales ya están abriendo canales de comunicación para informar a los ciudadanos o hacerles llegar distintos contenidos y recursos que puedan mejorar su autocuidado. La comunicación digital está derribando todo tipo de barreras físicas y temporales y tiene el potencial de transformar nuestra experiencia dentro del sistema sanitario.
La salud se convierte por tanto en una mezcla de conversaciones y tanto profesionales como organizaciones tienen la capacidad de utilizar los nuevos canales digitales para relacionarse con los ciudadanos y hacerles llegar distintos mensajes de salud. No deberíamos por tanto tener miedo a la hora de experimentar con los nuevos formatos y canales porque tienen la capacidad de ampliar nuestra voz y nos permiten llegar con una mayor precisión a aquellas personas a las que nos dirigimos.
El profesional sanitario como trabajador del conocimiento
Si como ciudadanos hemos sabido adaptarnos de una forma increíblemente rápida a lo digital y lo usamos prácticamente para todo lo que hacemos, incluido la mejora de nuestra salud, como profesionales tenemos que ser capaces también de dar ese salto y adaptarnos a la salud digital. Porque nuestros pacientes quieren que entendamos este cambio y conozcamos cuáles son sus necesidades en el nuevo ecosistema digital. Muchos de ellos solicitan que les ayudemos a la hora de buscar en la red y a encontrar información de calidad que dé respuesta a sus problemas; o que les indiquemos cuáles son los recursos y herramientas que les pueden ayudar a mejorar su salud y que, del mismo modo que prescribimos fármacos o cuidados, les indiquemos cuáles son aquellas aplicaciones móviles o comunidades de pacientes que pueden ayudarles.Los profesionales de la salud somos parte de los llamados trabajadores del conocimiento, porque utilizamos todo el conocimiento que adquirimos a partir de nuestra formación y experiencia y lo aplicamos a los cuidados que ofrecemos a los ciudadanos. El reto al que nos enfrentamos como profesionales de salud del siglo XXI en la llamada sociedad del conocimiento es doble: por un lado tenemos que ser capaces de adaptarnos a este escenario de cambio social, en el que como hemos visto las reglas del juego son diferentes y los ciudadanos esperan de nosotros mucho más de lo que estamos acostumbrados a ofrecerles. Y por otro lado, tenemos a nuestro alcance nuevas herramientas digitales que tienen el potencial de ayudarnos a ser mejores profesionales.
Ser un profesional digital implica también formar parte de la cultura de la participación y de los ‘co’ (colaborar, compartir, co-crear), en la que existe una capacidad muy alta de producir y compartir conocimiento, así como de trabajar y resolver problemas de forma colaborativa. Teniendo todo esto en cuenta, podríamos definir entonces al profesional sanitario digital como aquel capaz de adaptarse al cambio tecnológico-social que utiliza su conocimiento y las herramientas que tiene a su alcance para desarrollarse profesionalmente y aportar valor a la salud, respondiendo así a las nuevas necesidades que plantea la sociedad en este momento.
Lo cierto es que la realidad actual dista bastante de ese ideal y muchos profesionales sanitarios todavía no están preparados para atender ese tipo de necesidades. Pero tenemos que ser capaces de convertir esa debilidad en un reto que puede ser superado mediante la adquisición de nuevas competencias. Necesitamos desarrollar nuevas habilidades de tipo digital que nos ayuden a ser funcionales en la sociedad y nos hagan mucho más eficaces a la hora de gestionar nuestro conocimiento. Los profesionales sanitarios tenemos que incluir esas habilidades en nuestra lista de aprendizajes y deberíamos adquirirlas lo antes posible, preferiblemente desde los centros de formación y universidades (o incluso antes) y seguir trabajando en ellas durante toda nuestra vida profesional.
El papel de las organizaciones sanitarias
El cambio hacia una cultura de innovación a través de la salud digital supone también un reto muy importante para las organizaciones, porque tiene la capacidad de transformar todos sus procesos.
Aunque algunos centros sanitarios ya están utilizando canales de comunicación digital y redes sociales, es importante señalar que el simple hecho de disponer de las herramientas no implica una digitalización si estas no van acompañadas de la implicación y aprendizaje en su uso de todas las personas que conforman la organización. Por eso es fundamental promover el uso de estas herramientas pero capacitando previamente a los profesionales.
La adopción de estas herramientas en el sistema sanitario no solo depende de las organizaciones sino también del papel individual que juega cada profesional dentro de él. De igual forma que sucede con los ciudadanos en el uso de tecnologías el grado de inmersión de los profesionales es muy variable: desde aquellos que únicamente las utilizan para navegar por Internet o consultar el correo electrónico, hasta los que las aprovechan al máximo para impulsar su desarrollo profesional y mejorar la asistencia a sus pacientes.
Como organizaciones debemos entender que la adopción de las tecnologías digitales por los profesionales está condicionada por una serie de factores como son:
- Las brechas digitales: que dividen a aquellos profesionales que tienen o no acceso a la tecnología en su trabajo, entre los que han adquirido las competencias necesarias para su uso y entre aquellos que perciben la utilidad que pueden tener en su trabajo y los que no lo hacen.
- La propia tecnología, tanto en su forma como en su uso: nos referimos a la facilidad y el esfuerzo que tenemos que emplear a la hora de aprender a utilizar la tecnología de manera adecuada.
- Las cargas de trabajo y la presión asistencial son algunos de los factores más señalados por los profesionales como responsables de la falta de tiempo para el aprendizaje y uso de estas tecnologías, estando relacionados directamente con aspectos organizativos.
- La presencia o ausencia de agentes facilitadores profesionales de la organización que conozcan y sepan usar estas tecnologías y que pueden actuar como catalizadores del cambio.
- El uso previo que hayamos hecho de la tecnología para otras cuestiones de nuestra vida: puede ser un factor muy importante a la hora de entender el modo en que podemos incorporar estas herramientas en nuestro trabajo. Si ya las hemos utilizado antes para fines personales será mucho más fácil que lo hagamos también a nivel profesional.
La responsabilidad en la adopción de las competencias que describimos en este libro debería ser compartida entre los profesionales y las organizaciones. Está en juego el desarrollo de la salud digital y el hecho de que tanto ciudadanos como profesionales seamos capaces de establecer nuevos modelos de relación de tipo colaborativo y alcancemos un grado óptimo de madurez en el uso de estas tecnologías, lo que revertirá con toda seguridad en una mejora en la salud de las personas.
Descarga el libro en formato PDF:
7 competencias hacia una salud digital
ÍNDICE DE CONTENIDOS
La salud digital en la sociedad del conocimiento
Presentación de las 7 competencias clave hacia una salud digital
Competencia nº1 Visión innovadora
Competencia nº2 Gestión de la información
Competencia nº3 Identidad digital
Competencia nº5 Aprendizaje permanente
Competencia nº6 Publicación de contenidos
Competencia nº7 Comunicación digital
Conclusiones y llamada a la acción
Sobre el autor y Salud Conectada