Recientemente he tenido el honor de ser invitado a colaborar en el Fanzine de Enfermería, revista digital impulsada por el incombustible Fernando Campaña y que en muy poco tiempo se ha convertido en un todo un referente en el sector. En esta publicación digital podéis encontrar artículos y reflexiones de todo tipo escritos por grandes profesionales que están ampliando el foco de la profesión y ofreciendo una visión muy distinta a la que estamos acostumbrados.
Y en mi caso personal arranco una nueva sección titulada Mirando el Futuro en la que voy a intentar conjugar la parte de innovación que tanto me gusta con la visión de los nuevos retos a los que nos vamos a enfrentar ya nos estamos enfrentando los profesionales de enfermería.
Me gustaría agradecer desde aquí a Fernando la oportunidad de seguir conectando la salud a través de la tecnología y comparto a continuación el primero de los artículos. Al final del artículo podéis acceder a la publicación completa en su contexto original con el resto de entradas.
Arrancamos con una pregunta y hablamos de la adaptación profesional tan necesaria en este momento.
¿Qué tienen en común Charles Darwin, la salud exponencial y enfermería?
Seguramente a Darwin ni se le pasó por la cabeza cuando escribió El origen de las especies que en el año 2017 estaríamos hablando de conceptos tales como la Inteligencia Artificial, la Salud Conectada o el desarrollo profesional a través de Internet y redes sociales.
Pero sí dijo algo que no solo continua plenamente vigente a día de hoy sino que además encaja a la perfección con el actual modelo de sociedad. Y es que “no es el más fuerte ni el más inteligente el que sobrevive sino el que mejor se adapta a los cambios”. Y eso en un contexto como el que hoy vivimos en el que la única constante es el cambio (tecnológico y social) es algo que cada vez tiene más sentido.
Dicen los expertos que la curva de aparición de nuevas tecnologías se está transformando desde una de tipo lineal hacia otra de tipo exponencial, lo que en la práctica significa que cada vez se produce un mayor número de innovaciones por unidad de tiempo. Y este cambio se está produciendo principalmente por tres motivos: primero por un aumento constante en la capacidad de computación de los procesadores; en segundo lugar por el progresivo abaratamiento de la tecnología en relación con lo que es capaz de hacer; y finalmente por nuestra capacidad actual para conectar con otras personas y ampliar nuestras redes de colaboración, lo que nos permite investigar y trabajar sin límites geográficos ni temporales.
“Un pensamiento de tipo lineal empieza a perder significado en un mundo en cambio exponencial”.
Este impacto exponencial se está aplicando a todos los ámbitos de nuestra vida y la salud tampoco se va a librar (ni los profesionales). El cambio en el sector salud ya se está produciendo y cada vez son más los proyectos tecnológicos que surgen cada día con el objetivo de facilitarnos las cosas, en forma de información de calidad, profesionales a un click de distancia, servicios de telesalud, formación docencia e investigación mediadas por tecnologías, etc.
El cambio está en marcha y todo aquel profesional que piense que a él no le va a afectar se equivoca. Puede que los actuales entornos sanitarios adormilados tecnológicamente y que fueron diseñados para funcionar en un contexto en el que lo digital todavía no despuntaba den la sensación de que se resisten al cambio. Pero eso no significa que no vayan a sucumbir a la transformación del sector sino que lo harán más tarde y probablemente en peores condiciones que el resto.
Pero mientras esto ocurre la aceleración de la salud digital sigue adelante y los ciudadanos están dejando de ser ‘pacientes’ para tomar las riendas de su salud, demandando a los sistemas sanitarios lo mismo que demandan en el resto de su vida: información cuando la necesitan (no antes ni después), servicios y soluciones inmediatas cuando tienen un problema de salud y profesionales que entiendan sus necesidades y les acompañen en este nuevo ecosistema digital.
La definición de salud propuesta por la OMS empieza a estar obsoleta, porque tampoco tiene en cuenta esta adaptación al cambio. Por eso Jadad propuso enfocarla hacia la capacidad que tenemos las personas o comunidades de adaptarnos a los desafíos físicos mentales o sociales que se presenten en nuestra vida. Y en este continuo de adaptación (o adaptación continua) las tecnologías de la salud van a estar muy presentes en nuestra vida.
Y una vez que hemos hablado de la adaptación al cambio tecnológico y social y su impacto en la salud nos falta la tercera pata de esta ecuación, los profesionales y concretamente en esta ocasión los enfermeros.
Somos la generación que más cambios tecnológicos hemos vivido de toda la historia, del mismo modo que enfermería es la profesión sanitaria que más se ha transformado durante las últimas décadas. Ello ha puesto en evidencia que si algo hemos sabido hacer como profesión es adaptarnos a cada contexto. Y eso como acabamos de ver es una cualidad esencial en este momento.
Por otro lado y más allá de nuestras competencias profesionales (y cuestionados liderazgos formales) lo que nunca ha cambiado es el hecho de que continuamos trabajando a pie de cama o junto al paciente, lo que nos da una visión muy cercana de los problemas y necesidades de salud que tienen los ciudadanos y nos sitúa en primera línea para conseguir esa adaptación y para posicionarnos como los referentes en salud capaces de ofrecer a la sociedad lo que empieza a demandar.
Si somos capaces de entender este cambio, adquirir las nuevas competencias digitales que nos ayuden a adaptarnos y anticiparnos a estas nuevas necesidades de la sociedad lograremos estar en primera línea a la hora de aportar valor a la salud. En caso contrario Darwin seguirá teniendo razón y seguirán sobreviviendo aquellas otras profesiones que tengan esa visión y sean capaces de adaptarse.
Este artículo aparece primero en el Fanzine de Enfermería al que podéis acceder y suscribiros a través del siguiente enlace:
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