Salud 2.0, telesalud, redes de pacientes, intranets de organizaciones, historia clínica electrónica, carpeta de salud, big data, inteligencia artificial, realidad virtual y mixta, wearables,… En poco más de 20 años hemos pasado de hablar única y exclusivamente de telemedicina para referirnos a la salud digital, a incorporar a nuestro vocabulario decenas de términos que tratan de acercarnos a esta realidad desde distintas ángulos. No en vano el ritmo de aparición de nuevas innovaciones se está acelerando y hemos pasado de un crecimiento de tipo lineal a uno de carácter exponencial, de forma que todos los días surgen nuevas tecnologías que tienen el potencial de mejorar nuestra vida y nuestro vocabulario digital sigue ampliándose.
Intentemos ahora hacer el ejercicio de trasladar esta situación a nuestra realidad actual… ¿qué supone este cambio para un profesional de salud o una organización acostumbrada a funcionar de forma no-digital? Pues a priori nada de nada. Llevamos tantos años acostumbrados a trabajar de la misma forma dentro de sistemas de salud orientados a ofrecer servicios, que podríamos continuar así durante toda nuestra vida profesional y no pasaría absolutamente nada. Si a un profesional o gestor sanitario se le ocurriera asomar la nariz para ver qué es esto de la salud digital probablemente se vería tan abrumado ante tal despliegue ‘tecnológico’ que sentiría que este mundo no está diseñado para él y volvería a su no apacible pero controlado mundo no-digital. Un mundo en el que la innovación penetra en las organizaciones de forma reactiva (véase cómo se ha implantado en España la historia clínica electrónica) y lo hace produciendo una enorme fricción entre los profesionales, que bastante carga de trabajo tienen ya como para pelearse con el nuevo programa de gestión que les acaba de caer encima (y que además es diferente en cada institución).
[tweetthis]“La cultura de innovación de muchas organizaciones es una cultura de fricción”.[/tweetthis]
El famoso Manifiesto Cluetrain publicado en 1.999 y del que ya hemos hablado en alguna ocasión, supuso toda una llamada a la acción para que las empresas se dieran cuenta de que lo digital estaba transformándolo todo y que era necesario que adaptaran sus procesos lo antes posible para no sucumbir al cambio. El título de dicho manifiesto hace referencia a una famosa cita de un trabajador de una de las grandes firmas de Estados Unidos que no supo adaptarse al cambio y estaba en caída libre: “El tren de las pistas (Cluetrain) paró allí cuatro veces al día durante 10 años pero ellos nunca aceptaron la entrega”.
La cuestión es que por muchas pistas que nos den resulta muy difícil asumir una nueva dimensión cuando estamos acostumbrados a ver las cosas de forma diferente. Imaginen por ejemplo que los seres humanos no pudiéramos ver el mundo en tres dimensiones y lo percibiéramos de la misma forma que vemos las películas diseñadas para 3D pero sin ponernos esas clásicas gafas de celofán rojo y azul. Seguramente estaríamos tan acostumbrados a ver las cosas planas y sin profundidad que podríamos vivir sin problema, aunque nos estaríamos perdiendo toda esa dimensión que evolutivamente más nos ha ayudado a sobrevivir como especie (créanme si les digo que ver un león en 3 dimensiones ayuda bastante a la hora de calcular cuánto nos podemos acercar a él de forma segura).
Imaginemos ahora la salud digital en términos de una nueva dimensión que se añade a las anteriores y que no supone utilizar cosas concretas (tecnología) sino una nueva forma de ver la realidad, una capa extra capaz de mejorarnos como profesionales y de que seamos capaces de comunicarnos mejor, estar más cerca de los ciudadanos y hacer llegar nuestro valor de una forma mucho más eficaz. Y de la misma forma la innovación tampoco suponga actuar de forma reactiva a lo que pasa en otras organizaciones sino adquirir una visión de cambio que implique pensar en que siempre existe una manera mejor de hacer las cosas y que la capa digital es una forma excelente para conseguirlo.
Una de las frases que más escucho de los profesionales que ya han ‘aceptado la entrega’ y empiezan a sumergirse en la salud digital es la de ‘estoy intentando ponerme al día pero hay tantas cosas en marcha que no se si seré capaz de subirme a este tren a tiempo’. Una sensación totalmente lógica cuando aterrizamos en un mundo digital y nos vemos rodeados de tantas tecnologías y herramientas con las que no estamos acostumbrados a trabajar.
Por eso la primera de las habilidades que deberíamos desarrollar como profesionales sanitarios, es la de adquirir una visión innovadora que nos permita tomar distancia y ver qué es en realidad la salud digital y cómo está transformando la vida de las personas, nuestro trabajo como profesionales y la cultura de innovación en las organizaciones.
Los profesionales de salud no estamos acostumbrados a mirar con ojos de innovación y necesitamos adaptar primero nuestra mirada a través de unas gafas que nos ayuden a entender qué la salud digital no es la suma de tecnologías sino de personas que quieren transformar la salud y se ayudan de otras personas con las que conectan a través de distintas herramientas.
El tren de las pistas de la salud digital lleva circulando entre nosotros demasiado tiempo y no hace falta que seamos capaces de contar el número de vagones que arrastra. Bastará con que echemos un vistazo a la locomotora para saber hacia dónde se dirige y que compartamos el viaje con aquellas personas que ya están en él y nos pueden descubrir qué hay en cada uno de los vagones. Al fin y al cabo todo viaje es un proceso de continuo aprendizaje.
Deja una respuesta