A lo largo de la historia, la especie humana ha sido impulsada por la búsqueda de soluciones y herramientas para facilitar nuestra vida cotidiana. Desde los primeros utensilios de piedra hasta las últimas herramientas digitales, nuestra capacidad para crear y utilizar tecnología ha sido un factor distintivo de nuestra especie. Sin embargo, a medida que avanzamos en la creación de dispositivos y sistemas cada vez más sofisticados, también necesitamos medios efectivos para interactuar con ellos. Y aquí es donde entra en juego el concepto de las interfaces.
Una interfaz es en esencia un punto de contacto o comunicación entre dos sistemas o entidades diferentes. En el contexto de la tecnología, una interfaz es el medio que nos permite relacionarnos y controlar dispositivos, sistemas o software de manera efectiva. Podría considerarse como el «puente» que conecta al ser humano con la tecnología.
En todo este tiempo las interfaces han adoptado diferentes formas para adaptarse a una enorme variedad de necesidades y contextos de uso. Pero si hubiera que señalar dos momentos clave en nuestra reciente historia, el primero sería sin duda la invención de las tarjetas perforadas ideado por Joseph-Marie Jacquard en el siglo XIX, con la finalidad de controlar los distintos patrones de tejido que se producían en los telares industriales y la incorporación de estas tarjetas por Babbage como tecnología para introducir todo tipo de programas en su idea máquina analítica, algo que también captó la atención de Ada Lovelace, la cual pensaba que tendría amplias aplicaciones a la hora de representar cualquier símbolo, sentando así las bases de la futura era de la computación.
Efectivamente, hablamos de la protohistoria de la era digital y de cómo esas primeras interfaces se incorporaron en los primeros computadores hasta que, en el seno del MIT en los años 50 y de la mano de los primeros hackers, se incorporaron los primeros teclados, pantallas y cintas que permitieron acelerar el proceso de programación, produciendo la revolución de la era digital. Y poco después llegaron las distintas interfaces gráficas, los sistemas operativos, ratones, pantallas táctiles, los comandos de voz e incluso la idea de que en un futuro las interfaces desaparecerán o estarán totalmente integradas en nuestros cerebros y podremos controlar la tecnología solo con pensarlo (el propio Elon Musk está en ello).
Pero mientras llega ese momento, ya se están dando algunos pasos y parece que el despliegue de las distintas herramientas de inteligencia artificial de estos últimos meses (principalmente gracias al desarrollo de los grandes modelos de lenguaje), podría propiciar otro salto cualitativo en nuestra relación con las máquinas.
Existen diversas señales que apuntan en esa dirección. La primera es que ChatGPT ha estrenado su nueva interfaz de audio y hace que Siri parezca un neandertal a su lado. Este vídeo es una prueba de hacia dónde vamos. Muy pronto tendremos asistentes que nos acompañarán 24/7 para ayudarnos en todo lo que les pidamos. Además, en las últimas semanas han aterrizado los nuevos modelos de voz que permiten que usemos la voz que queramos en el idioma en que queramos, lo que abre la puerta a que podremos personalizar a los asistentes digitales a nuestro antojo y tendremos a nuestra disposición avatares digitales con respuestas emocionales muy realistas con los que interaccionaremos para todo (la película Her está más cerca). Meta ya ha lanzado una idea al respecto que pone los pelos de punta. Otros dispositivos como el Rewind Pendant, un colgante con capacidad de grabar y almacenar todo lo que decimos y escuchamos a lo largo del día para después ser procesado y poder hacer búsquedas por IA, complementan la idea del cambio de interfaces.
Y por último y más importante, el CEO de OpenAI (la compañía que ha eclosionado todo respecto a la IA) se ha unido al ex director de diseño de Apple (quien fue clave en el iPhone, el dispositivo que cambió para la interfaz de los teléfonos) y al CEO de softbank, quien ha puesto 1.000$ millones para desarrollar un nuevo dispositivo de consumo basado en inteligencia artificial que podría sustituir al teléfono móvil.
¿Y cómo afecta todo esto al ámbito de la salud? Pues seguramente habrá muchos cambios y, sobre todo, desde la parte de los usuarios/pacientes que, como es habitual, serán los primeros en adoptar estos cambios tecnológicos en todo aquello que concierne a su salud:
- Las búsquedas de Google se trasladarán hacia estos asistentes personales y la confianza que depositemos en ellos junto a la calidad de los resultados hará el resto (para bien y para mal). Ya escribimos sobre este punto hace unas semanas.
- La cuantificación de datos de salud a través de sensores y wearables hará más transparente la recogida de datos de información en salud, que serán procesados por sistemas de inteligencia artificial y dispararán una serie de alertas o acciones por parte de profesionales o de otras máquinas.
- Los sistemas de triaje que en algunos casos ya son digitales y ofrecen un consejos o incluso un prediagnóstico, evolucionarán hacia formas más complejas integrando otras tecnologías (como por ejemplo los biomarcadores de voz) y harán a la vez más fácil la interacción de los humanos con estos sistemas.
- Los profesionales por su parte contarán con sistemas de ayuda basados en IA que les orientarán en el diagnóstico y prescripción de cuidados, los cuales serán más personalizados.
- Y las tecnologías LLM serán capaces de registrar todas nuestras interacciones humanas (también entre profesionales y pacientes), eliminando la tediosa tarea (y barrera) de introducción de datos en sistemas de información. Y en este sentido y tal y como plantea Julián Isla en el último episodio de Conectando Puntos, las pantallas tenderán a desaparecer.
Parece entonces que el cambio en la forma en que nos relacionamos los humanos con la tecnología es algo inevitable. La cuestión entonces que nos tenemos que plantear es cuándo se producirá, aunque viendo cómo evoluciona todo, parece que este será más pronto que tarde.
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